sábado, 7 de agosto de 2010

Ste Colombe : Tombeau Les regrets

Il poussa la porte qui donnait sur la balaustrade et le jardin de derrière et il vit soudain l’ombre de sa femme morte qui se tenait à ses côtés. Ils marcheèrent sur la pelouse. Il se print de noveau à pleurer doucement. Ils allèrent juasqu’à la barque. L’ombre de Madame de Sainte Colombe monta dans la barque blanche tandis qu’il en retenait le bord et la mantainaint près de la rive. Elle avait retroussé sa robe pour poser le pied sur le plancher
humide de la barque. Il se redressa. Les larmes glossaient sur ses joues. Il murmura: -Je ne sais comment dire: Douze ans ont passé mais les draps de notre lit ne sont pas encore froids





"Empujó la puerta que daba a la balaustrada y al jardín posterior y vio de repente la sombra de su mujer muerta que se ponía a su lado. Caminó sobre el césped. Se puso a llorar despacio. Fueron hasta la barca. La sombra de la señora de Sainte Colombe subió en la barca blanca mientras que él cogía el borde y mantenía la barca cerca de la orilla. Ella se había remangado el vestido para poner el pie sobre el suelo húmedo de la barca. Él se incorporó. Las lágrimas resbalaron sobre sus mejillas. Murmuró: - No sé cómo decirlo: han pasado doce años, pero las sábanas de nuestra cama no están frías todavía"





-¿Que cherchez vous Monsieur, dans la musique?
-Je cherche les regrets et les pleurs...
-¿Qué busca, usted, señor, en la música?
"- Busco las penas y las lágrimas."

2 comentarios:

MARTIN dijo...

QUIERO REGALARTE ALGO;
La Frontera
Pascal Quignard Capitán Blood

Pascal Quignard escribe esta novela en 1979 con el deseo de que se le pueda leer tres siglos y medio antes. Y vaya si lo consigue. La novela parece que se escribiera, y se leyera, en el año de 1640, “Año en que se jugó el destino de Portugal”. Un lenguaje ceñido a los hechos que relata; una prosa clara y concisa; La carencia de adornos innecesarios y una cadencia melódica que consigue que algunas pasajes suenen como música, contribuyen a ello. La sutil prosa poética y ese lenguaje rimado sin rimas que, tan bien, utiliza Quignard, alternado con secuencias de un lenguaje más brusco, más rebajado, logran un contraste que recuerdan los cambios de tono y ritmo de una pieza musical.

El título, “La frontera”, pudiera llamar a engaño, en realidad podría haberse titulado “La no frontera”. Por que, entre otras cosas, la novela de Quignard evidencia mediante una gran metáfora esa difusa e inconstante “frontera”, esa línea endeble y en movimiento constante que separa el amor del odio.

En “La Frontera”, se nos cuenta una historia de amores imposibles y crueles venganzas. En el Portugal del siglo XVII un francés, el Señor de Jaume, prendado de la belleza de una hermosa dama portuguesa, Luisa de Alcobaça, es testigo de cómo el objeto de su deseo elije otro depositario de su amor. Lejos de afrontar la derrota, Jamue, traza un plan siniestro para conducir a la dama a un estado de desvalimiento propicio para seducirla. Pero, la venganza de Jaume, tiene respuesta en la afrenta, aún más siniestra, ejecutada por la dama cuando descubre el plan que aquel urdió, y que desembocará en la muerte de Jaume. El hilo vengativo pretende continuarlo el Conde de Mascarenhas, amigo del asesinado, pero es concitado por el Rey —que lo nombra Marqués de Fronteira— a detener la venganza bajo el compromiso de no volver a pronunciar una palabra sobre los hechos acaecidos. El Conde cumple su promesa y no vuelve a mencionar una sola palabra, pero ordena grabar sobre los azulejos de su nuevo Palacio de Fronteira los truculentos hechos que desembocaron en la muerte de su amigo.

“La Frontera”, parece, en principio, una de las obras más clasificables de Pascal Quignard. Esto, no conlleva que en esta breve, pero sugerente, novela se nos presente esa especie de híbrido de los distintos estilos literarios tan habitual del escritor francés. La novela de Quignard transita entre lo clásico y lo moderno, la poesía y la música, la leyenda medieval y la poesía amorosa, el cantar de gesta y el romance de ciego, la investigación histórica y la filosofía, lo clásico y lo moderno. Cómo toda su literatura, al menos la leída por mí, esta novela de Pascal Quignard es un eco de todas las literaturas, un compendio de distintos estilos capaz de transformar en arte un hecho tan truculento como una castración.



Pascal Quignard nace en 1948 en Normandía. Estudia filosofía y lenguas clásicas y comienza a trabajar en la Editorial Gallimard de la que, posteriormente, llega a ser director. Fundador, junto a François Miterrand, del Festival de Música y Teatro Barrocos de Versalles. Junto a Jordi Savall dirige durante varios años el Concert des Nations. En abril de 1994 deja todo para dedicarse, en exclusiva, a la escritura. Es autor de casi una veintena de “tratados” donde mezcla ficción y reflexión, filosofía e investigación histórica. Destacan los ocho tomos de Pequeños tratados, El odio a la música: diez pequeños tratados y La lección de música. Igualmente, es autor de numerosas novelas, entre las que hay que citar Todas las mañanas del mundo (acerca de la vida del músico barroco francés Marín Marais que adaptó al cine Alain Corneau en 1991 con una estupenda B.S.O), El salón Wurtemberg, Las escaleras de Chambord y Terraza de Roma. En 1992 obtuvo el Premio Goncourt por Sombras errantes.
Sus últimas publicaciones en España han sidoLas tablillas de boj de Aproenia Avitia, Vida Secreta y esta que comentamos La Frontera.

MARTIN dijo...

La Frontera
Pascal Quignard Capitán Blood
Pascal Quignard escribe esta novela en 1979 con el deseo de que se le pueda leer tres siglos y medio antes. Y vaya si lo consigue. La novela parece que se escribiera, y se leyera, en el año de 1640, “Año en que se jugó el destino de Portugal”. Un lenguaje ceñido a los hechos que relata; una prosa clara y concisa; La carencia de adornos innecesarios y una cadencia melódica que consigue que algunas pasajes suenen como música, contribuyen a ello. La sutil prosa poética y ese lenguaje rimado sin rimas que, tan bien, utiliza Quignard, alternado con secuencias de un lenguaje más brusco, más rebajado, logran un contraste que recuerdan los cambios de tono y ritmo de una pieza musical.
El título, “La frontera”, pudiera llamar a engaño, en realidad podría haberse titulado “La no frontera”. Por que, entre otras cosas, la novela de Quignard evidencia mediante una gran metáfora esa difusa e inconstante “frontera”, esa línea endeble y en movimiento constante que separa el amor del odio.

En “La Frontera”, se nos cuenta una historia de amores imposibles y crueles venganzas. En el Portugal del siglo XVII un francés, el Señor de Jaume, prendado de la belleza de una hermosa dama portuguesa, Luisa de Alcobaça, es testigo de cómo el objeto de su deseo elije otro depositario de su amor. Lejos de afrontar la derrota, Jamue, traza un plan siniestro para conducir a la dama a un estado de desvalimiento propicio para seducirla. Pero, la venganza de Jaume, tiene respuesta en la afrenta, aún más siniestra, ejecutada por la dama cuando descubre el plan que aquel urdió, y que desembocará en la muerte de Jaume. El hilo vengativo pretende continuarlo el Conde de Mascarenhas, amigo del asesinado, pero es concitado por el Rey —que lo nombra Marqués de Fronteira— a detener la venganza bajo el compromiso de no volver a pronunciar una palabra sobre los hechos acaecidos. El Conde cumple su promesa y no vuelve a mencionar una sola palabra, pero ordena grabar sobre los azulejos de su nuevo Palacio de Fronteira los truculentos hechos que desembocaron en la muerte de su amigo.
“La Frontera”, parece, en principio, una de las obras más clasificables de Pascal Quignard. Esto, no conlleva que en esta breve, pero sugerente, novela se nos presente esa especie de híbrido de los distintos estilos literarios tan habitual del escritor francés. La novela de Quignard transita entre lo clásico y lo moderno, la poesía y la música, la leyenda medieval y la poesía amorosa, el cantar de gesta y el romance de ciego, la investigación histórica y la filosofía, lo clásico y lo moderno. Cómo toda su literatura, al menos la leída por mí, esta novela de Pascal Quignard es un eco de todas las literaturas, un compendio de distintos estilos capaz de transformar en arte un hecho tan truculento como una castración.
Pascal Quignard nace en 1948 en Normandía. Estudia filosofía y lenguas clásicas y comienza a trabajar en la Editorial Gallimard de la que, posteriormente, llega a ser director. Fundador, junto a François Miterrand, del Festival de Música y Teatro Barrocos de Versalles. Junto a Jordi Savall dirige durante varios años el Concert des Nations. En abril de 1994 deja todo para dedicarse, en exclusiva, a la escritura. Es autor de casi una veintena de “tratados” donde mezcla ficción y reflexión, filosofía e investigación histórica. Destacan los ocho tomos de Pequeños tratados, El odio a la música: diez pequeños tratados y La lección de música. Igualmente, es autor de numerosas novelas, entre las que hay que citar Todas las mañanas del mundo (acerca de la vida del músico barroco francés Marín Marais que adaptó al cine Alain Corneau en 1991 con una estupenda B.S.O), El salón Wurtemberg, Las escaleras de Chambord y Terraza de Roma. En 1992 obtuvo el Premio Goncourt por Sombras errantes.
Sus últimas publicaciones en España han sidoLas tablillas de boj de Aproenia Avitia, Vida Secreta y esta que comentamos La Frontera.

Publicar un comentario